El rincón de Carlos Salas
11 de noviembre de 2009, 16h52
¿Se puede medir la felicidad?
Por Carlos Salas
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Diversas instituciones, organizaciones e incluso estados han intentado en numerosas ocasiones crear un índice para medir la felicidad igual que se miden el PIB o el paro. Pero ¿cuáles son los verdaderos ingredientes?
Los expertos mundiales se rompen la cabeza pensando cómo elaborar un índice que mida la felicidad planetaria. La OCDE, la organización de los países más rico, afirmaba hace unos días que intentará encontrar algo que vaya más lejos del típico Producto Interior Bruto.
Pero la verdad es que ese índice ya existe. Se llama Índice de Desarrollo Humano y lo publica periódicamente el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), una división de la ONU. Es una coctelera que incluye tres cosas: esperanza de vida saludable a largo plazo, acceso a la educación y decente calidad de vida (agua, teléfono, etcétera). Se agita, y ¡zas! Sale el llamado Human Development Index o HDI.
Con este cálculo, resulta que el país más feliz es uno de los más fríos de mundo: Noruega. Le siguen Australia, Islandia, Canadá, Irlanda, Holanda, Suecia, Francia, Suiza y Japón. Esos son países donde uno envejece más y mejor (signo de salud), tienen buena educación (signo de poder económico), y buena calidad de vida (acceso a los servicios básicos).
¿Qué pasa con España?
¿Y España? Ocupa el puesto 15. Lo sorprendente es que estamos por encima de daneses, belgas, italianos e ingleses. No está mal. La estadística elaborada por la ONU puede ser discutible, pero es una de las pocas que existen para saber si somos felices.
Pero hay más cálculos. Hace tiempo, una encuesta elaborada por Unicef determinó que los niños holandeses eran los más felices del mundo. Las razones eran obvias: porque sus papis pasan mucho tiempo con ellos. Y eso se debía a que el gobierno holandés les daba más horas libres. ()
El único problema de este estudio es que sólo abarcaba los países desarrollados, es decir, la veintena que forman parte de la OCDE.
De los más curiosos índices de la felicidad, uno lo elaboró el ignoto y misterioso reino de Bután, en las faldas del Himalaya. Un día de 1970, el rey Jigme Singye Wangchuck decidió que crearía la Felicidad Nacional Bruta (Gross National Hapiness). ¿En qué se basa? Propone que el desarrollo de país esté basado en el lógico desarrollo económico (el conocido PIB), y además, la preservación del ambiente, así como el cuidado del patrimonio cultural. El mensaje es: el país no debe sacrificar la felicidad por el bienestar material. Un poco contradictorio, claro, porque todos pensamos que el dinero trae la felicidad. ¿No?
Felicidad = cambio
Pues no como se piensa. El IESE junto con la Universidad de California emprendió un estudio hace dos años sobre la relación dinero-felicidad. Su conclusión: "Lo que da la felicidad es el cambio, el paso de un escalón al otro", explicaba entonces el profesor Manuel Baucells, uno de los promotores del estudio. Ponía como ejemplo la alegría pasajera que tiene una persona que gana la lotería: al cabo del tiempo, se acostumbra a su nuevo estatus.
O la alegría de una mujer que ha conducido toda su vida un utilitario, y un día se pasa a un coche de alta gama. Al cabo de los meses, su cuerpo es el de siempre. Se ha acostumbrado al cochazo. "Mantenerse siempre en un escalón, aunque sea muy elevado, deja de hacernos felices", decía Baucells.
En resumen, no es fácil encontrar ese índice porque en el fondo, la felicidad es el pequeño momento que brinda una gran victoria.
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