martes, 8 de junio de 2010

Situaciones vergonzosas en el trabajo

partido a las anécdotas más embarazosas que te hayan sucedido en el terreno laboral


Cuando empecé a trabajar en el departamento de producción de Forbes, estaba decidido a iniciar la tradición de una "Hora feliz" con todos los compañeros de entre 20 y 30 años de mi grupo. Con esta idea en la cabeza, un viernes por la tarde envié apresuradamente un correo a unos diez compañeros, diciéndoles: "¡Los jefes se han marchado! ¿Por qué no nos juntamos en el ascensor a las 16.45 y nos vamos al bar antes de que se llene?" Desgraciadamente, uno de los destinatarios del correo no fue el asistente de difusión, sino el director general financiero de Forbes Media.



¡Qué vergüenza! Estaba seguro de que me despedirían, acusado de conspirar para abandonar el puesto de trabajo antes de la hora. Afortunadamente, nuestro director financiero tiene mucho sentido del humor y sigo lucrativamente empleado en la empresa, cuatro años más tarde.



"Todo el mundo comete errores -afirma Barbara Pachter, autora de New Rules At Work (Las nuevas reglas en el trabajo)-. Sabemos que nadie es perfecto y no deberíamos esperar serlo nosotros tampoco". Aquí, lo que cuenta es que si sabemos superar nuestro desliz, los demás también lo harán.



Tu mayor metedura de pata

Le he pedido a otras personas que me cuenten cuál ha sido su mayor metedura de pata en el trabajo (hemos omitido los nombres para proteger a los avergonzados) y le pedí a Barbara Pachter que les diera algún consejo para superar, sacar una enseñanza y pasar página de los momentos menos profesionales de nuestras vidas.



La autora me explicó que la mayoría de las meteduras de pata se clasifican en tres categorías: momentos vergonzosos que es mejor ignorar; momentos incómodos que abren las líneas de comunicación; y descuidos de los que podemos aprender para modificar nuestra conducta.



"En mi primer día de trabajo en un periódico de Filadelfia conseguí quedarme encerrado en el baño -comenta un editor de deportes-. No había nadie más y aunque aporreé la puerta un rato, nadie vino a rescatarme. Afortunadamente, mi jefe me había dado su número de teléfono y lo había programado en mi móvil por si tenía alguna urgencia."



Así que llamó a su jefe, que estaba en su escritorio, para que lo rescatara del baño de caballeros. "Al final, la puerta no estaba bloqueada, solo que tenía truco. No hace falta que diga que fui el hazmerreír de la oficina durante varios meses", recuerda.



Bromear con los compañeros

Pachter dice que en esta situación, lo mejor es bromear con los compañeros: "Si te muestras avergonzado, puedes acabar hundiéndote en el ridículo. Pero si eres capaz de bromear con los que te atacan, les demuestras que eres uno más".

Una profesional de las relaciones públicas confesó que, cuando llevaba poco tiempo en su trabajo, entró sin querer en el cuarto de baño de los hombres y se encontró con su jefe usando el urinario. Su metedura de pata fue leña para la hoguera de los rumores de la oficina.



El consejo de Barbara Pachter: mejor sumarse a la broma, adelantarse incluso, o acabará persiguiéndonos para siempre.



Un representante del servicio de atención al cliente de Baltimore explica que tiene que tener mucho cuidado a la hora de hablar por teléfono. "La mayoría de las llamadas de teléfono privadas que hago o recibo son a mi madre o a mi novio, así que siempre cuelgo diciendo "Te quiero, adiós".



" Reconoce que muchas veces se encuentra en el trabajo a punto de usar la frase para despedirse de alguien por teléfono, y en general consigue frenarse antes de decirla. "Pero la semana pasada, en una multiconferencia con docenas de colaboradores, se me escapó", confiesa. Después de decirle a sus jefes y compañeros que los quería, cuando al día siguiente llegó al trabajo se encontró una tarjeta del Día de San Valentín en su escritorio, de su compañero de cubículo."



Deslices casuales e inapropiados

Pachter afirma que este desliz casual (e inapropiado) es una oportunidad para tomar medidas concretas que eviten que le vuelva a ocurrir. Pachter le sugiere hacerse una tarjeta con un guión, que debería tener siempre junto al teléfono, para no olvidarse de las frases que debería evitar usar en las llamadas de negocios. En lugar de "¡Te quiero!" sería mejor que usara el tradicional "Que tenga un buen día".



Algunas de las situaciones embarazosas que vivimos en la oficina, sin embargo, son peores que otras, sobre todo si afectan a los sentimientos o a las emociones de un compañero. Una directivo de marketing neoyorquina recuerda un incidente especialmente embarazoso. "Compartía oficina con otro compañero -recuerda-.



Y siempre estaba haciéndole la pelota al jefe, llevándole café, dándole conversación... Me ponía histérica. Una tarde, le escribí un correo electrónico a mi novio donde me desahogaba y le contaba cuánto odiaba a mi compañero de trabajo. El correo empezaba así: "Erik es la persona más irritante que he conocido." Sin embargo, con la rabia que tenía, escribí el correo muy rápido y había empezado a escribirlo en el campo del destinatario, así que el programa escribió automáticamente el nombre de Erik y yo no lo revisé antes de mandarlo."



Después de que el correo le llegara a su compañero, su relación se volvió muy tensa. "Lloré y me disculpé una y otra vez, pero durante varias semanas apenas nos hablamos", cuenta. Finalmente, pudieron dejar atrás este incidente. Sin embargo, Pachter dice que tendría que haber usado el mensaje errante como una forma de empezar a hablar con su compañero sobre las cosas que hacía que a ella la irritaban. "Debería haberse disculpado y admitir que se había equivocado, pero este incidente les podría haber permitido charlar abiertamente sobre las frustraciones de cada uno, que de otro modo se podrían acumular en forma de emociones reprimidas", explica Pachter.



Admite tu error

Según Pachter, "La regla de oro para cualquier metedura de pata en el trabajo es admitir llanamente el error y subrayar que no volverá a ocurrir. Y luego, asegurarnos de que no se repita".



En mi caso, tengo mucho cuidado cuando escribo los nombres en el campo de direcciones del correo electrónico. Ahora escribo cada nombre y compruebo la lista de personas a las que envío una copia antes de pulsar "Enviar". Hasta ahora, mis invitaciones a las Horas felices han llegado solo a los destinatarios que yo quería.



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